Desafortunadamente, nos hemos acostumbrado a escuchar términos como ansiedad, depresión o estrés. De hecho, para la OMS, estos trastornos constituyen los grandes males de este siglo y, probablemente, del siglo que viene. Sin embargo, no queremos centrar toda nuestra atención en este trío de trastornos psicológico y por eso hoy nos gustaría hablarte de otro más frecuente de lo que parece: las crisis de pánico.
Obviamente, detrás de estos episodios puntuales se encuentran problemas de ansiedad más profundos que requieren de tratamientos especializados. Pero antes de adentrarnos más en su cura, comenzaremos por contarte qué es una crisis de pánico y cuáles son sus síntomas físicos más evidentes.
¿Cuándo estamos ante una crisis de pánico?
Al igual que ocurre con una gran parte de los problemas emocionales que aquejan a la sociedad actual, las crisis de pánico son sufridas en mayor medida por las mujeres que por los hombres. Aprender a identificarlas es el primer paso para combatirlas.
Pues bien, estamos ante una crisis de pánico cuando una persona tiene con frecuencia pensamientos catastrofistas que, en un momento dado, la llevan a experimentar una hiperventilación profunda que provoca un rápido aumento de la activación fisiológica generalizada.
Dicho de otro modo, podemos definir una crisis de pánico como una reacción de ansiedad muy intensa, acompañada de la falta de capacidad para controlar esta reacción, lo que provoca una serie de manifestaciones físicas que pueden dar lugar a que quien la sufre, llegue incluso a temer por su vida.
¿Cómo podemos reconocerla?
A la hora de valorar si estás sufriendo o no un ataque de pánico, debes prestar atención a los síntomas físicos que estás experimentando. Ten en cuenta que debes presentar, al menos, cuatro de los que vamos a contarte a continuación. Pero lo más importante es que debes notar que esos síntomas se han iniciado bruscamente y alcanzado su punto álgido pasados los 10 minutos desde su inicio. Si es así, todo indica que estás viviendo una crisis de pánico.
Los síntomas que puedes sentir son los siguientes:
- Taquicardia y sacudidas en el corazón
- Aumento de la sudoración
- Temblores
- Sensación de ahogo
- Opresión en la caja torácica
- Náuseas o molestias estomacales
- Sensación de mareo o desmayo
- Despersonalización
- Miedo irracional a sufrir algún mal o dolor
- Necesidad de ir al baño
- Parestesias (hormigueo de algún miembro)
Crisis habituales o crisis puntuales
Cuando una persona no padece trastornos o enfermedades psicológicas y su estado emocional es más o menos bueno y estable, puede sufrir una crisis de pánico, pero siempre será algo puntual que se produzca de forma aislada e inesperada, motivada por un hecho muy reconocible (por ejemplo, quien tiene fobia a los perros y se encuentra de repente cerca de uno, siendo incapaz de controlar su reacción de miedo).
El problema viene cuando una persona está atravesando un problema de ansiedad grave. En ese caso, es previsible que tenga este tipo de ataques con más frecuencia o de forma repetida, pudiendo dar lugar a lo que podríamos llamar “miedo al miedo”, es decir, a vivir temiendo la posibilidad de sufrir uno de estos ataques (lo que curiosamente puede ser el desencadenante de uno).
Si has sufrido o sufres este tipo de crisis, lo mejor es que acudas a un centro especializado en tratamientos psicológicos. Ansiedad, estrés, pánico o agorafobia son bastante habituales en estos tiempos y las técnicas de relajación se han convertido en una buena forma de combatirlos. Recuerda que la mayoría de las personas tardan demasiado en ponerse en manos especialistas, así que presta atención si crees que puede haber llegado tu momento, especialmente si notas que sufres este tipo de episodios tan desagradables.